La vida laboral exige con urgencia de cada uno de nosotros un perfeccionismo cada vez mayor. Sin embargo, no nos hace siquiera la más mínima exigencia espiritual, quedando esta actividad circunscrita a la religión, cada vez más relegada. La vida competitiva nos obliga a emplear gran cantidad de tiempo en superarnos en la actividad de nuestra competencia, acicateados también por el deseo personal de que en esa actividad logremos incentivar la avaricia, la crueldad y la ambición desmedida, etc. Como fuere, hay detalladas normas educativas acerca de cómo podemos avanzar de un estado de ignorancia a otro de conocimiento, de un estado de torpeza a otro de habilidad. Lee el resto de esta entrada »