Resplandeced como piedras finas

En los momentos en que la humanidad pierde la conciencia y el contacto espiritual con Dios, vemos cuan perdidos están los hombres que han errado su camino buscando los placeres terrenales y haciendo de su vida algo falso que no hará feliz a sus corazones.

Por esto, al estar reunidos en amor y adoración, vemos la urgencia de buscar el arrepentimiento, la devoción y la sinceridad en nuestros corazones para amar cada día más a nuestro Dios, que está en los cielos, pues Él, aún espera que sus hijos arrepentidos vuelvan y encuentren, en el camino de Salvación, la dorada esperanza de encontrar aquella puerta angosta que los hace tener el corazón en alto para entrar por ella a la gloria del Creador. Observemos a los hombres que han violado en muchas oportunidades toda la guía que Dios ha dejado en la tierra para que desarrollen sus virtudes con las cuales deben investirse para protegerse de todas aquellas cosas que pueden dañarlo a través del mal. Cuántas veces tantos servidores de Dios han insistido en que vuestros clamores se eleven al cielo para que nuestro Padre, en su infinito amor y misericordia, pueda escucharnos. Debemos actuar con justicia, hacer el bien, ser correctos en nuestro actuar, pensar y sentir, mantengamos en nuestros corazones el intenso deseo del servicio a nuestro Dios y Salvador que mantiene el Plan de Salvación para poder rescatar a todos los hijos que estuviesen dispuestos a entregar su espíritu y su deseo de progresar y encontrar la felicidad inimaginada jamás.

Recordad que la ira de Dios será implacable sobre todos los seres de esta tierra, cuidémonos pues, que ya Dios esté cansado de todas las perversiones, iniquidades y maldades que el hombre ha desarrollado en su paso por la tierra. Atraed a vuestro corazón los mas puros sentimientos y atesoradlos para vosotros mismos para que así los tengáis como gran riqueza y podáis presentar ante Dios todopoderoso todas las virtudes desarrolladas al máximo, para que resplandezcáis como piedras finas ante la presencia de Jesucristo, que en su generosidad, dio su vida por la humanidad.

En la paz reverencial.

A. y A.

Octubre 15 1995

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