Muchos tenemos el gran privilegio de ser cristianos cumpliendo con el propósito de Dios de seguir a su Hijo Jesús; debemos por lo tanto, estando en tan excelso cuidado, dignificar este llamamiento recibido por gracia.
Todos deberíamos ser ejemplos de luz para aquellos ciegos que buscan una mano en la oscuridad de sus vidas. Sabemos que debemos hacer grandes sacrificios para poder vencer al enemigo invisible que nos asecha a cada instante haciéndonos tropezar en las vicisitudes de la vida cotidiana, haciéndonos dudar y haciéndonos errar. Mas, así como cada día un cristiano cae y se levanta, otro está en pie esforzándose por captar aquellas almas que quieran comer del pan de la sabiduría y nutrir con él su espíritu para ir en ayuda de aquellos que los necesitan. La palabra de Dios no calla.
Tened paciencia y perseverancia en el trabajo interno donde la lucha es ardua y cruel y donde constantemente salimos heridos con la agresión de nuestros defectos. Todos sabemos que la más dura batalla se da dentro de nosotros mismos y que al salir victoriosos nos hace ganar un lugar privilegiado que, aunque a costa de sacrificios, vale la pena realizar; no decaigamos, amemos con más fuerza al prójimo, abramos el entendimiento a la comprensión de todos los seres, y que nuestra conducta sea el espejo de nuestra alma.
Debemos ser unidos como hermanos y confiar unos en otros para que nuestro Padre vea con complacencia que hemos aprendido sus enseñanzas. Descubramos dentro de nosotros la sabiduría infinita y lograremos la felicidad, la tranquilidad y los beneficios que nuestro amado nos otorga día a día sin pedir nada a cambio. Aprendamos, hermanos a amar la naturaleza, a cuidad a todos los seres animales, vegetales y humanos, sin dañar jamás ni con el pensamiento a ninguno de ellos.
Pidamos la bendición a nuestro Padre para que seamos merecedores de estar algún día a su lado.
En la paz reverencial
A y A
12-3-1995